martes, 26 de agosto de 2008

Una Taza de Café

Vintage cup of coffee and sugar cubes

    Me sorprendió mucho que Lihuén quisiera recibirme en su casa sin previo aviso y después de lo cortante que he sido con ella en los últimos meses. Entiendo que es una actitud muy común la que tomé, después de todo a nadie le gusta que le hagan ver una verdad que simplemente no quiere aceptar…pero el hecho de que estuviera dispuesta a escucharme es algo por lo que siempre le estaré agradecida.

    La charla empezó un poco forzada, había tantas cosas qué decir y tantas cosas que era difícil pronunciar…aunque al poco rato la conversación era más fluida, casi como en los viejos tiempos en que no me separaba de ella, como cuando llegué a la feria y ella me ofreció su amistad sin hacer muchas preguntas. Hacia tanto que no estaba en su remolque, que no probaba su café ni su pan de miel. No voy a mentir, hay una razón de trasfondo por la que busqué a Lihuén. Si bien me hacen mucha falta su amistad y su apoyo, también necesito que esta vez me resuelva una pregunta que le hice hace mucho tiempo y que entonces la respuesta estaba más allá de su alcance o de mi entendimiento. De cualquier forma extrañaba estar ahí, entre sus cuadros hechos con flores secas y sus pergaminos con símbolos extraños. He pasado tanto tiempo sentada ante esa mesa suya de manteles oscuros que me es inevitable sentirme tranquila y en confianza. Aunque nuestras situaciones son muy distintas ahora, ese olor a incienso de jazmín me recordó todas las pláticas que hemos tenido justo ahí al lado de esas cortinas vaporosas que, en su fragilidad, nos daban el refugio perfecto del resto del mundo en ese momento. Definitivamente me hizo sentir muy bien estar en casa de mi amiga quien me tendió los brazos en cuanto se dio cuenta de que era yo la que tocaba a su puerta como solía hacerlo tiempo atrás.

    - “Justo en ti pensaba hace un momento, mi escurridizo pajarraco…¿Qué has estado haciendo, dónde te has metido?”, dijo Lihuén con una suave sonrisa como tratando de hacerme ver que todo estaba bien entre nosotras y me sirvió un poco de café.
    - “Pues no mucho, sigo sin tocar una sola nota y todos los días se me acalambran las manos por lo mucho que extrañan los tambores”, respondí con la mirada baja y seguí, “…hoy estoy tranquila, venía regresando de mi recorrido por el Laberinto de Cristal cuando vi tu luz prendida y decidí pasar a saludar, qué bueno que te encontré despierta…¿Tú cómo estás?”.
    - “¿Ah sí, regresaste al Laberinto? Me alegra saber que estás recuperando esa costumbre. Yo estoy bien, no ha habido grandes cambios aquí desde la última vez que platicamos…sigo haciendo consultas y obsesionándome con la limpieza, no estoy ni más rica ni más pobre, ni más loca ni más cuerda”, afirmó Lihuén riéndose mientras apartaba los caracoles que había esparcidos en la mesa todavía después de su última consulta.
    - “Extrañaba estar aquí, Lihuén, por favor discúlpame por haber sido tan grosera contigo, no era mi intención”, balbuceé mientras jugaba con algunas semillas del montón que había junto a mi taza.
    - “No te preocupes, Fénix, yo sé que no eres así…pero ahora no hablemos de cosas tristes, mejor dime qué fue lo que viste en el Laberinto hoy”, contestó la adivina, tomó las semillas de mi mano y continuó, “…y ya sabes que no es buena idea jugar con las cosas en la mesa”.
    - “Cierto, perdón, eso de mezclar destinos, ¿Verdad?...lo había olvidado”, dije apretando los labios en un gesto de inocencia, guardé silencio un momento en lo que encontraba las palabras correctas para lo que quería decirle a mi amiga y cuando por fin las hallé, sin pensarlo dos veces pues podría arrepentirme, pronuncié, “¿Lihuén, recuerdas que alguna vez tiraste las cartas para Dalibor y para mí? Sé que pudiste interpretar lo que te dijeron, eres la mejor adivina que conozco, sé que eso que viste no me iba a gustar y por eso no me lo dijiste pero creo que necesito saberlo ahora por más miedo que tenga”.
    - “Sabía que me preguntarías eso algún día”, respondió Lihuén mordiendo sus labios, se detuvo para tomar aliento y siguió, “Amiga, sabes que no me gusta dar malas noticias, yo no controlo absolutamente nada de lo que dicen las cartas pues soy sólo su intérprete. He de confesar que al verte tan desolada en estos últimos meses me arrepentí de no haberte dicho lo que vi con mi Tarot en aquél tiempo pero yo lo que quería era que le dieras una oportunidad al amor, no sabía que se iban a poner tan mal las cosas. Estabas tan encerrada en la idea de que ya no querías a nadie para compartir tu vida que en mi infundado optimismo pensé que Dalibor te haría cambiar de parecer…y lo hizo, mas el precio fue demasiado alto. Esa soledad te estaba amargando mucho, nena, yo no podía permitir eso…pero ahora la que pide disculpas soy yo por haber decidido por ti”.
    - “¿Qué fue lo que te dijo el Tarot, Lihuén?”, exclamé en un tono más enérgico. No sabía cómo sentirme, por un lado sentía que mi amiga me había ocultado algo importante y la confianza que le tenía de pronto se volvió algo muy frágil; y por otro, no podía estar enojada con ella pues sus intenciones no eran malas, ella sólo quería verme feliz.
    - “Me dijo que Dalibor no sería con quien te casarías…es todo”, confesó la adivina bajando la mirada. Levantó la cabeza y me miró directo a los ojos ahora un poco enfurecidos…”pero te prometo, Fénix, que nunca pensé que sufrirías tanto, pensé que sería una relación pasajera que te devolvería la fe en el amor y que quizás después de él querrías buscar a alguien que tuviera tus mismos intereses”.

    Estaba furiosa pero no con Lihuén aunque eso parecía. Estando en una situación como la mía uno busca culpables hasta debajo de las piedras con tal de no aceptar su propia responsabilidad en su propia perdición. Era obvio que Dalibor y yo no teníamos los mismos intereses, eso se vio desde el primer momento en que tuvimos una relación, no era ningún secreto. Que no me casaría con él…bueno, eso creo que ahora sería el más positivo de los resultados dentro de la inmensa oscuridad en la que estoy sumergida. Si no me caso con él significaría que por fin aceptamos que no somos el uno para el otro, que estamos mejor separados y que podemos tener una vida cada uno por su lado…pero, ¿Y cómo sucederá eso, acaso tendré el valor para decirle que no lo quiero más en mi vida como lo he venido pensando desde hace tiempo? Por como me siento ahora he de confesar que no veo cómo pasaría tal cosa, ni siquiera puedo decirle que no quiero compartir más una mesa a la hora de la comida. ¿Y si la decisión no viene de mí?

    Pasé un rato viendo mi reflejo en el café dentro de mi taza. Sé que el café que prepara Lihuén es especial, que ella puede ver muchas cosas dentro de él. ¿Pero qué nos puede decir una taza de café que no sepamos ya? Al menos para mí que no tengo el don de ver el porvenir la respuesta no es tan obvia. Yo sólo veía mi presente, ese rostro maltratado y pálido con las ojeras marcadas por tantas noches en vela…¿O acaso era ese mi futuro? Bien podría serlo si me quedo donde estoy, ciertamente no es como si las cosas entre Dalibor y yo fueran a cambiar, eso lo había aceptado ya.

    No importa, yo me sentía bien de haber reanudado mi amistad con la adivina y ahora que no había secretos ni pesares entre nosotras podía contar con ella como lo hacía antes. Platicamos hasta entrada la madrugada y la pasamos muy bien, le conté lo que había visto en el Laberinto aquél día, extrañaba nuestras risas. Me hizo sentir tan a gusto que ni siquiera me agobiaba el hecho de que lo más seguro era que Dalibor ni siquiera me estuviera esperando en casa. Tenía a mi amiga de regreso.

jueves, 21 de agosto de 2008

Decadencia

As de corazones tirado en la hierba
    El sentimiento que me abrumaba hoy no era nada nuevo, cosa que me preocupa mucho pues cada vez que llegan esas ideas a mi cabeza es que quiero dejarlo todo atrás y volver a comenzar desde cero. Es complicado describirlo, es más, no sé si ese sentir tenga un nombre en especial. Muchos le llaman inestabilidad, otros tantos le llaman miedo al compromiso, habrá algunos que digan que es irresponsabilidad o hasta rebeldía y no dudo que habrá quien diga que es egoísmo. Tal vez sí lo sea, quizás sea una combinación de todos esos elementos, no lo sé…el punto es que una vez que quiero correr no hay nada en el mundo que me mantenga en donde estoy. No hay “nada”, pero…¿Y si esta vez es un “alguien”?

    A decir verdad, no es la primera vez que la idea de empacar todas mis cosas e irme de la feria me atraviesa la mente pero eso reforzaría mi tan temida teoría de que este parque en el que he encontrado tanta gente que me quiere y me admira, era sólo un refugio temporal contra la tempestad que ha sido mi vida hasta ahora. No quiero pensar eso, no quiero pensar que dentro de poco tendré que marcharme y emprender una nueva búsqueda por ese “hogar” que tanto anhelo. Si bien es cierto que lo he hecho antes – y no me refiero a unas cuantas veces sino que prácticamente se podría decir que he sido nómada desde que tengo memoria – hay algo aquí que hace que esa decisión sea tan difícil de tomar. ¿Por qué tenía que conocerlo? ¿Para qué me enamoré de él? Todo estaba muy bien antes de eso. Tenía una casa en donde podía ser yo misma sin temor a que me juzgaran por tardarme en tender la cama después de levantarme, tenía amigos a quienes podía visitar sin preocuparme por si iban a hacer algún comentario incómodo acerca de mi vida amorosa…y si lo hacían por lo menos sabía que estaban bromeando, tenía un trabajo muy admirado y respetado que estoy consciente de que a veces me causaba mucho conflicto interno pero era parte de mí, era algo que yo hacía bien y algo que me provocaba orgullo. Podía ir y venir a la hora y con quien me placía, podía quedarme despierta toda la noche sin tener que escuchar reprimendas por “no levantarme a una hora decente” al día siguiente, podía caer en una rutina sin que nadie reclamara que se está aburriendo y podía estar tranquila sin tener que esforzarme por quedar bien con algún impaciente. ¿Era mucho pedir encontrar a alguien que pudiera compartir mi vida en vez de transformarla tan drásticamente? “No hay dos glorias”, dicen por ahí…para ser exactos, es una frase que repite mucho mi amiga Lihuén. ¿Es cierto, algo siempre tiene marchar mal para compensar lo bien que estamos en otro ámbito? No estoy segura a qué se refiera ella con ese dicho, funciona a muchos niveles, pero no quisiera pensar que es una condición permanente el hecho de siempre “quedarnos a medias” y nunca estar completamente satisfechos con lo que tenemos. Probablemente lo que duela ahora es el darme cuenta de que esa vida idílica no es más que eso, algo inalcanzable, irreal en términos prácticos pues irremediablemente habrá un “pero”…y hasta el momento no he sabido procesarlo, o aceptarlo.

    Eran incontables los pensamientos que me perturbaban a medida que me acercaba a aquél espejo rodeado de luces en el que tanto solía contemplarme tiempo atrás y al que corrí recién me enteré de que yo le gustaba al Arlequín. En este, mi primer recorrido por el Laberinto de Cristal en lo que parece una eternidad, no podía evitar el sentirme algo melancólica por aquellos momentos en que Dalibor me hacía sentir bella, viva, amada. Es obvio el cambio en el reflejo, doloroso aún. Mi cara, ahora sin mi maquillaje tan característico, se veía opaca, casi inexpresiva. Mi cuerpo, al que ahora le sobran varios kilos y le falta ese vestuario tan vistoso, parece encorvarse al mínimo roce del viento en una búsqueda desesperada por algo de calor…aunque es difícil encontrar abrigo si es que el frío proviene de su mismo seno. Mis manos, antes desaliñadas y un tanto ásperas por tanto ensayar con mis tambores, ahora estaban impecablemente limpias, con las uñas largas y con un patético anillo que en algún tiempo me hubiera estorbado para hacer música. Mis ojos hundidos en unas ojeras tan profundas y oscuras como la irreconocible sombra que proyectan las luces de ese espejo tan hermoso. Mi cabello ahora deja entrever un par de canas y mis brazos, antes de músculos esculpidos por mi ardua labor física, habían perdido por completo su belleza. Entre sollozos trataba de entender cómo o cuándo fue que empezó tal decadencia, si la pude haber evitado o si de plano podía adjudicársela a él. Al cabo de mucho meditarlo llegué a la conclusión de que no lo puedo culpar, después de todo él no me obliga ni a quedarme con él ni a tenerle esta incomprensible devoción. Acepté que si le di todo lo que soy y todo lo que tengo fue decisión mía…aunque me destroza ese mal agradecimiento suyo, no puedo forzarlo a que reciba lo que yo ofrezco pues tal vez ni siquiera se de cuenta de ello, no lo identifique, o peor, no le interese.

    También pensé que tal declive se pudo haber evitado pero con la poca experiencia que tengo en cuanto a relaciones estables no supe poner el límite entre lo sano y lo obsceno. ¡Vamos! Tan perdida estaba en esta cuestión de compromisos que ni siquiera pensé que lo nuestro se convertiría en uno, no lo buscaba y cuando sucedió ya era demasiado tarde para dar marcha atrás, ya estaba demasiado involucrada. Antes de salir de mi atracción favorita, mi refugio, el Laberinto de Cristal, por fin me di cuenta de que la separación entre Dalibor y yo era inminente. Tarde o temprano pasaría de una u otra forma. Tal vez ya es demasiado tiempo el que pasamos luchando por una relación que sabíamos que no duraría desde su principio pues los dos tenemos intereses y puntos de vista muy diferentes. Quizás la única que siga luchando por ella sea yo y no quiero ver que todo lo que hace es con el afán de desesperarme para así ser yo la que termine de una vez por todas con esto y poder lavarse las manos culpándome de nuestra ruptura. No quiero ser yo la culpable, no quiero que haya culpables, yo quiero ser feliz con él pero eso lo veo cada vez más lejos. Tampoco quiero huir, por primera vez en mi vida quiero quedarme hasta el final, ya no quiero ser aquella nómada en la constante búsqueda por un lugar dónde echar raíces. No, no seré yo la que termine con esto, no quiero, no puedo.

    En el camino de regreso a mi remolque el vacío que sentía era insoportable. Sé que el amor entre nosotros existe...o existió. Tal vez secretamente esperábamos que el otro cambiara de opinión, de convicciones, para que se pareciera más a lo que queríamos…y aunque yo cedí en algún momento, él sabía que a la larga se sentiría culpable por haberme hecho cambiar y yo le tendría resentimiento por la misma razón. Todo esto lo sé ya desde hace algún tiempo y estoy convencida de que él lo sabe también. ¿Nos amamos de verdad tanto…o nos tenemos tanto miedo? Me hiere no saber la respuesta a esa pregunta.

martes, 12 de agosto de 2008

Equipaje

Equipaje antiguo

    - “¡Por más que he practicado no me sale este golpe!” - “No te desesperes, mírate en el espejo mientras practicas como te he dicho, ya saldrá” - “Maya...¿Crees que alguna vez llegue a ser tan buena como tú?” - “Mi niña, lo que creo que es que no tienes idea de tu potencial, eres la mejor alumna que he tenido…”
    Invariablemente ese recuerdo se me viene a la mente cada vez que pongo pie fuera de mi casa y escucho los patéticos ensayos de los músicos nuevos. No es como si yo fuera a hacer algo al respecto, decidí dejar ese oficio y por lo tanto quedo exenta de toda responsabilidad para con ellos… aunque no sé si sea necesario que todos los que vivimos en la feria tengamos que escuchar sus notas rotas y sus ritmos caídos. Me alteran, me enfurecen, me enternecen con sus miradas llenas de ilusión por estar en un escenario, me lastiman, me hacen evidente que yo he perdido todo eso.

    “¿Qué estará haciendo ahora?...¿Me extrañará?...¿Pensará en mí?...¿Qué me diría si me viera como estoy ahora que he dejado todo?...¿Le enojaría o le aliviaría?...”, pensamientos que perturban la relativa paz de mi reciente conformidad con la vida que he decidido llevar. Es cierto que cuando llegué al parque decidí dejar el pasado en el pasado y tener un nuevo comienzo, pero a veces las cosas no salen como queremos. Para renacer uno debe dejar morir todo lo previo a ese momento…y supongo que yo he querido dejar viva esa parte de mí que dice que tal vez algún día pueda regresar “a casa”. Es una idea absurda, estoy consciente de ello, “lo que fue no será otra vez”, ¿cierto? Estoy tan lejos de ahí, no puedo volver por donde vine…”¡Maya, lo prometiste!”.

    Es raro que deje que estos pensamientos tomen fuerza dentro de mi cabeza, normalmente prefiero distraerme con cualquier cosa a aceptar que no hay nada que yo pueda hacer para cambiar las cosas. Espero que algún día deje de doler aunque la verdad es que hasta ahora eso no ha funcionado muy bien, a pesar de que hace ya mucho tiempo que estoy aquí en la feria, los recuerdos se hacen más vívidos cada vez…la extraño mucho, pero el hecho es que debo hacerme a la idea de que es muy probable que no nos volvamos a encontrar en esta vida.

    Hoy iba particularmente distraída mientras caminaba hacia la tienda de Layla para almorzar. En la última conversación que tuvimos me preguntó cómo fue que había llegado al parque. Confío mucho en ella, pero por alguna razón mi pasado lo conservo para mí…realmente no sé por qué, no es una historia muy fascinante o vergonzosa…pero sí muy lastimera. Supongo que algún día estaré lista para compartirla, nunca he sido muy buena para hablar cuando me siento mal. Eso de que haya millones de ideas cruzando por mi mente al mismo tiempo me complica el articular palabras, siempre ha sido así.

    - “Ahora sí, cuéntame qué te pasa”.
    - “Nada, Maya”.
    - “A mí no me engañas, he sido como tu madre todo este tiempo, te conozco como la palma de mi mano”.
    - “Jejeje, entonces no deberías tener que preguntar qué me pasa”.
    - “Sé que estás triste, sé que es por ellos pues tienes esa mirada que siempre pones cuando pelean…pero quiero que me platiques tú lo que pasó”.

    Quizás sea que me da pena admitir que me quedo atorada en el pasado a veces. Tal vez sea miedo a que otras personas me juzguen por ese equipaje que cargo todos los días. Estoy segura de que algunos encontrarían extraño el hecho de que yo “platico” con quienes ya no están conmigo, trato de guardar cada detalle de lo que me pasa para contárselos en cuanto los vuelva a ver poniéndolos al día de todos los nuevos acontecimientos…y fantaseo con que les importa. Es un buen pasatiempo hasta que te das cuenta de que la historia qué contar es demasiado larga y que requieres de demasiadas acotaciones al margen para que entiendan lo que dices…cosa que hace obvia su ausencia en tanto tiempo. “Hoy iré a almorzar con Layla, mi nueva amiga, me está ayudando a planear mi boda con Dalibor…o a decidir si ésta se llevará a cabo en cualquier caso. Dalibor, el Arlequín, ha sido mi novio ya mucho tiempo pero las cosas no van muy bien con él. ¿Maya, recuerdas que antes me ponía nerviosa al tocar frente a más de 100 personas? Toqué en un lugar que se llama Congarovia, tengo que platicarte cómo es allá. Tengo nuevos amigos, Lihuén te agradaría y Calypso te dejaría sin habla con su número de escapismo. Convivo con payasos, tragafuegos, músicos, bailarinas y demás artistas todo el tiempo…¿Qué puedo decirte? Ahora vivo en un remolque dentro de una feria. Por fin aprendí a maquillarme como tú aunque ahora ya no tengo mucha práctica pues ya no subo al escenario. Todavía me encantan los espejos y solía visitar el Laberinto Cristalino a diario…¿Hace cuánto no te veo?...”.

    Cuando al fin llegué a la tienda de Layla y le comenté lo molesto que era el eco que provocaban los recuerdos en la cabeza me entendió perfectamente, me dijo que lo más seguro era que jamás se irían por completo esos pensamientos pero que se harían menos dolorosos con el tiempo…y que eso era lo que ella trataba de plasmar en muchas de sus acuarelas. Sus palabras me hicieron sentir mucho mejor y tuvimos un almuerzo muy agradable, como siempre, impregnado de risas y envuelto en ese aire de complicidad tan criticado por los demás residentes del parque, especialmente Dalibor.

    Espero que Layla tenga razón, espero que pronto ese eco pierda volumen en mi mente. He estado huyendo mucho tiempo de mi pasado, traté de correr tan rápido que no me alcanzara…pero uno no puede dejar atrás parte de sí si es que la trae a cuestas. Algún día serán sólo eso, recuerdos.

    - "Maya, es tarde, debo regresar a casa. Te quiero mucho".
    - "Ángel, porque eso eres para mí...mi ángel, mi luz. No te vayas nunca".