jueves, 29 de noviembre de 2007

"Día Laboral" en el Pueblo

Calle empedrada

    “Debería comprar cortinas nuevas”, pensaba mientras ese primer rayo de sol me deslumbraba despertándome del sueño tan placentero que estaba teniendo. Puse mi almohada sobre mi cara tratando de mitigar la luz pero lo único que conseguí mitigar fue mi respiración, así que a tal fallido intento por volver a dormir, por fin me puse en pie esquivando el vestuario que no colgué la noche anterior, las zapatillas que tengo que probarme para completar el atuendo de la reunión de bienvenida para los nuevos artistas dentro de tres días, la peineta que por fin apareció después de dos semanas de buscarla y hasta un lápiz labial que escapó del estuche de maquillaje mientras luchaba por estar lista a tiempo para la última función. Con la visión todavía borrosa, lavo mis dientes…”¿Qué día es hoy?”…una ducha…”¡Por fin lunes!”, ya esperaba mi día libre. Me envuelvo en ropa oscura, una capa ligera de maquillaje, perfume, recojo mi cabello…listo, ya puedo salir al mundo exterior. Camino por la feria…todo se ve tan diferente de día y sin visitante alguno…el ambiente no huele a la mantequilla de las rosetas de maíz y sin el murmullo de la gente, la música de las atracciones o el retumbe de los espectáculos el silencio es casi aberrante…sólo escucho el compás de mis pisadas a medida que me acerco al primer remolque tras la Rueda de la Fortuna, hoy completamente estática, y junto a la Casa del Misterio que con esta luz más bien parece “la Casa del Descuido”… - “¡Hola, Lihuén! ¿Quieres acompañarme a dar una vuelta por el pueblo?, dije empujando la puerta ya entreabierta y buscando a mi amiga en el interior. - “¡Hola, Fénix, pasa! Me encantaría ir contigo, nena, pero si me salgo ahora no podré terminar de arreglar la casa, ya sabes que en la semana no se puede hacer nada al respecto…pero si gustas quédate a desayunar, en seguida preparo algo”, me respondió con una gran sonrisa. Después del delicioso pan de miel y café salgo en busca de alguien dispuesto a ir conmigo a visitar el pueblo pero sin éxito…ninguno de mis amigos está disponible. Entre la fatiga de la semana, los ensayos para los nuevos montajes, la limpieza de la morada, el tedio de pasear en un lugar desconocido, la falta de dinero o las meras ganas de dormir tuve que emprender mi aventura sola, no quería quedarme en la feria prácticamente desierta. Para mi sorpresa, al llegar a la plaza principal del pueblo la encuentro igual de desolada que la feria. No hay familias almorzando a la sombra de los árboles, ni papalotes tratando de alejarse de los niños que sostienen su cordel, ni música, ni artistas locales montando su espectáculo en plena calle…sólo un par de ancianos sentados en las bancas, los pajarillos comiendo los trozos de pan que éstos les lanzaban al suelo de la explanada y unas cuantas tiendas de recuerdos abiertas con sus dueños aburridos dentro. Por un momento olvidé que era “día laboral”, dejé pasar la ironía de que los habitantes del pueblo van a la feria para divertirse en sus días de asueto…y yo que trabajo en la feria vengo al pueblo a distraerme en mi día libre pero los encuentro trabajando. Sin más que un par de pañuelos de vistosos colores, un nuevo tono de sombras para los ojos y una botella de vino tinto emprendo mi regreso a casa, en donde estoy segura de que por lo menos encontraré más caras amables que aquí. Ya en casa definitivamente mejoró la jornada, a pesar de que en la puerta del Laberinto de Cristal hay un candado más pesado que el tedio de hoy en el pueblo, me gustó pasar la velada con mis amigos y compartir la botella de vino que conseguí en una de las tiendas de al lado de la plaza principal contándoles mi fastidiosa experiencia. Probablemente si hubiera estado en el humor propicio a hacer una caminata reflexiva me hubiera gustado el “día laboral” en dicho lugar…pero no, lo que yo buscaba era distracción e ir a la plaza no era la mejor opción. Terminando de lavar mi cara me entretuve frente al único espejo que pude contemplar hoy, el de mi casa. Estuve un rato frente a él mientras repasaba en mi mente todo lo acontecido en éste, mi día libre…irónicamente, no puedo esperar a que tenga que trabajar mañana.

martes, 27 de noviembre de 2007

"El Arlequín"

Arlequín sentado

    La llegada de nuevos artistas locales a la feria ha sido una conmoción esta semana. Dentro de mis amigos y compañeros hay quienes piensan que es lo peor que le ha pasado al parque desde el último aguacero cuando se echaron a perder la mayoría de las instalaciones eléctricas…y hay quienes piensan que la variedad siempre es buena y que es excelente oportunidad para trabajar con gente diferente. Yo permanezco neutral ante esta situación, sé que los nuevos espectáculos atraen más visitantes y eso nos conviene a todos los que vivimos aquí…aunque en realidad no tengo una opinión clara acerca de “los nuevos” pues sólo hemos intercambiado un par de palabras desde que pusieron pie en la feria. Su show es interesante, después de todo nunca habíamos tenido perros que hacen suertes al ritmo de la música, un arlequín con zancos o un tragafuegos…por lo menos no en el tiempo que llevo yo aquí. Me imagino que sería increíble poder ver el mundo desde tal altitud, cambiaría por completo la perspectiva de las cosas…o ser capaz de manipular un elemento tan caprichoso como lo es el fuego, ¡El poder que debe uno sentir al hacerlo! Definitivamente es un espectáculo que me cautiva. Antes de seguir con mi rutina diaria y dirigirme al Laberinto de Cristal decidí pasar por la manzana acaramelada que tanto se me había antojado el día entero. Con la esperanza de que hubiera sobrado alguna en el puesto de dulces caminé hacia éste apresuradamente sin más pensamiento cruzando mi cabeza que el sabor de tan deliciosa golosina. Al tener la manzana en mis manos lo primero que hice fue estrellar el caramelo en mis dientes inferiores para poder morderla…como siempre, ya no era nada impresionante para los que me conocían…sólo que esta vez escuché una voz que no me era del todo familiar proveniente de atrás del puesto… - “¡Por Dios, Fénix, con esa habilidad para romper las cosas con los dientes podrías trabajar con los comevidrios!”, fue lo que escuché entre risas. Me ruboricé un poco y vi cómo la voz se convertía en una sombra, después en una silueta para finalizar en una cara mientras se acercaba a mí. Me costó mucho trabajo reconocerlo sin su traje a rombos tan característico, sin el gorro con cascabeles y sin ese maquillaje que me impresionaba tanto que me daba escalofrío…era “El Arlequín”, a quien solo se le mencionaba así pues no conocíamos su nombre aún. Además he de confesar que por lo menos a nivel del piso a la vista agrada mucho más sin todas esas cosas encima. - “Es que las manzanas acarameladas son mi golosina favorita”, fue lo que estúpidamente contesté a tan sarcástico comentario. Pude haber preguntado cómo sabía mi nombre, pude haberle dicho algo igual de irónico, pude haberme quedado callada y sonreír, pero no, decidí tratar con “es que las manzanas acarameladas son mi golosina favorita”…¡¿Así o más torpe?! - “Me place saber que tengo algo en común con la chica más linda de la feria, también son mi golosina favorita. Mi nombre es Dalibor, espero algún día podamos platicar más. Buenas noches, preciosa”, respondió con una sonrisa, tomó su manzana y se marchó sin tiempo a que pudiera decir otra palabra. Todavía no descifro lo que sucedió en el puesto de dulces pero me hizo sentir diferente. En el recorrido de hoy por el laberinto pasé largo tiempo contemplando mi imagen frente al espejo rodeado de luces muy parecido al que tengo en casa, en el que me maquillo todos los días. No pude evitar sonreír, me sentía hermosa. Las palabras de Dalibor me habían halagado. Tal vez eso es lo que le dice a todas las que conoce pero no importa, hoy me sentía bien al respecto y no iba a arruinarlo con mis conjeturas.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Lihuén

Gato negro con símbolos esotéricos
    En la extensa pausa a razón de buscar en mi mente una respuesta coherente a tan profunda interrogante expuesta, decido repasar de manera fugaz la acogedora habitación que nos ofrece un refugio del bullicio habitual de la tarde…y es que tantos artefactos incomprensibles despiertan mi curiosidad. Sobre la repisa a mi derecha, un mazo de cartas con dibujos tan extraños, una caja de madera con velas de todos los colores del arcoiris, algunas semillas, una bola de cristal y hasta un par de piedras de río; en las paredes, cartelones con símbolos para mí indescifrables, cortinas de tela vaporosa que nos aíslan del mundo exterior, un calendario y cuadros hechos con pétalos de flores secas; el ambiente impregnado del aroma a jazmín y el humo del incienso quemándose en una diminuta charola plateada junto a la puerta…y sobre la mesa, dos tazas de café. - “¿Es difícil decirlo, cierto?...¿Realmente el “tenerlo todo” nos hace felices?”, pronunció en medio de un suspiro mi querida amiga Lihuén, la adivina de la feria, mientras escondía su largo y rizado cabello bajo un pañuelo color vino. - “¿Qué significa “tenerlo todo” para ti?”, le respondí intrigada. - “Lo que ves a tu alrededor”, dijo señalándome con su palma abierta el contorno del cuarto, “…yo trabajé incansablemente por conseguir la vida que llevo ahora. Quería un lugar donde vivir y ya tengo una casa hermosa, ansiaba tener el calor de una pareja y no podría estar más enamorada en este momento, quería la cercanía de un amigo y ahora cuento con el apoyo de toda la feria, quería tener los medios para pagar los lujos que siempre admiraba en otras personas y ahora el dinero no me falta…todo lo que siempre quise lo he alcanzado, pero no me siento del todo feliz…como si algo faltara y no tengo idea de cómo llenar ese vacío”. Al terminar de decir estas palabras tapó con sus manos sus ojos verde olivo para después frotar su frente en un gesto de frustración. Tomó la taza frente a ella y se quedó contemplando en silencio el asiento del café que había dentro. - “¿Qué es lo que ves?”, le pregunté. - “Antes, las oportunidades que se me iban a presentar y cómo aprovecharlas; ahora, sólo un rostro traicionado por el hastío reflejado en la porcelana de la taza”, respondió sin cambiar la mirada de lugar. Puse mi mano sobre la de ella y sin siquiera terminar de tomar aliento para pronunciar una palabra un cliente ávido de saber su fortuna tocó a su puerta. Con la promesa de regresar a terminar esa plática al día siguiente salí del lugar para dejarla trabajar.

    Como todas las noches al terminar mi espectáculo caminé hacia el Laberinto de Cristal, ahora con la pregunta que me hizo Lihuén en mi cabeza. “¿Realmente el “tenerlo todo” nos hace felices?”…no sé qué contestar, yo no lo “tengo todo”. Recorrí el laberinto en su totalidad casi sin prestar atención al sendero pensando en esa pregunta hasta que al fin me detuve frente al espejo más hermoso de la atracción, un espejo artesanal con un marco de madera tallado a mano. Mientras admiraba el majestuoso trabajo del artista que hizo tal obra reflexionaba en todo lo que tendría que hacer para tener un espejo de tal precio…o el talento que debía poseer para hacerlo yo misma…y me di cuenta de que eso sería una motivación. Tal vez el “tenerlo todo” nos prive de la emoción de tener algo a qué aspirar, ya no habría nada por qué luchar, no habría nada qué ganar ni una razón para levantarse en las mañanas. ¿Y si lo que Lihuén no ha visto es que puede tener y hacer muchas cosas más aparte de las que se había propuesto? A mi parecer si un camino se cierra hay que buscar otro hasta que encontremos aquél en el cual nos sintamos a gusto y nos mantenga en movimiento…y puede ser que el que estábamos recorriendo resulte no ser el que mejor se adaptaba a nosotros.

jueves, 22 de noviembre de 2007

"Fénix"

Fénix azul al vuelo

    “¡Fénix, a escena!”, eso me bastó para salir de mi letargo. El murmullo del público impaciente, el olor a comida y a polvo en el aire, las luces que iluminan mi cara haciendo más obvio el maquillaje nacarado color zafiro en mis párpados, el millar de pensamientos que cruzan mi mente en ese último segundo antes de poner un pie en la pista principal…elementos que su perfecta armonía conforman mi rutina diaria. Salgo al escenario. Estoy tan aterrada como emocionada, ebria de atención, conmovida y sola ante el sepulcral silencio previo a tocar la primera nota de la melodía…gajes del oficio. Todo es parte del show…sonreír, repetir el número ensayado, recibir los aplausos con un gesto de agradecimiento, retirarse de la pista con una expresión de gloria en el rostro…y respirar. Este es mi trabajo. Hoy fue día festivo en la comunidad local así que la feria abrió sus puertas más temprano de lo usual y ofreció a los visitantes una función más de todos los espectáculos. Estoy exhausta, nunca me había tocado estar tanto tiempo en el escenario ni ver a tanta gente reunida en un solo lugar. Ni siquiera me molesté en dejar el vestuario que traía puesto en casa o en lavarme la cara para salir por algo de comer y hacer mi recorrido nocturno por el parque. Lo que necesitaba era un desfogue así que me dirigí al Laberinto de Cristal en cuanto el último visitante salió embelesado por la puerta principal prometiendo regresar en cuanto “pudiera escapar a sus actividades”. Sabía que mis piernas entumecidas no me ayudarían a terminar el recorrido por el laberinto esta vez, así que sólo entre al primer pabellón en donde los espejos “dicen la verdad” y no distorsionan su reflejo…su magia está en abrazar la imagen que proyecta uno y pasarla al siguiente de tal manera que el reflejo original se vea repetido varias veces, como si se estuviera dentro de un caleidoscopio. Estaba de pie frente a una infinidad de proyecciones idénticas de mi imagen de escenario…esas prendas tan llamativas y ese maquillaje tan peculiar con tanto brillo que a veces me pregunto si es para atraer atención en cuanto las luces lo encuentran o si es una coraza impenetrable que las refleja y no las deja mostrar quien soy en realidad. “Fénix”…así me conocen aquí porque así dejé que lo hicieran. A decir verdad no habría ningún otro nombre con el que me sintiera más identificada. Para llegar a donde estoy ahora tuve que renacer de las cenizas. Estaba destruida y me levanté de nuevo. Aprendí a hacer una obra de arte a partir del dolor y convertí los golpes en música. Levanté el vuelo una vez y puedo volverlo a hacer así tenga que arder en llamas como al principio…y mis lágrimas también son curativas, están reconstruyendo mi alma en este instante.

martes, 20 de noviembre de 2007

"Bienvenidos al Laberinto de Cristal..."

Laberinto de Cristal

    El Laberinto de Cristal…definitivamente mi atracción favorita de la feria. No importa cuántas veces hayas terminado el recorrido, al final siempre tendrás una impresión diferente. Será que el observar nuestro reflejo distorsionado satisface nuestra necesidad por vernos como alguien ajeno a nosotros mismos…o al contrario, será que nos escondemos trás tantas máscaras que esa imagen tan distinta a la habitual nos ayuda a percibirnos como realmente somos?...“El espejo nunca miente”, cierto? Pero y si éste ha sido manipulado qué es lo que nos dice? Desde que llegué aquí veo al Laberinto de Cristal como un refugio y un reto al mismo tiempo. Las luces se apagan, la rueda de la fortuna deja de girar, la última bolsa de palomitas se vendió hace casi una hora, hace ya un rato que dejé la pista y recibí mis aplausos, el silencio sustituye el estruendo de esos caballos que galopan día con día con el mismo semblante inquebrantable en un círculo eterno bajo risa y llanto de niños caprichosos…la feria cierra sus puertas y yo puedo hacer el último recorrido de la noche por el laberinto antes de regresar a casa, que aunque esté sólo a unos metros de la pista principal puedo reclamar como mi propio espacio. Hoy me sentía algo melancólica y la imagen que más me impresionó fue la de aquel espejo cuyo reflejo te hace ver más pequeña. Extrañé mucho mi niñez al lado de mi familia cuando el mundo parecía un jardín de juegos y que al crecer uno se da cuenta de que dista mucho de ser eso…o al menos los juegos son mucho más complicados de lo que pensábamos en ese tiempo. No me quejo de mi vida en la feria, mi talento es apreciado, tengo más comodidades de las que pude haber tenido en una vida más ortodoxa y tengo muchos amigos que son todo menos gente común y corriente…es sólo que a veces trato de imaginar cómo hubieran sido las cosas de seguir en el camino que se había previamente trazado para mí aún sin mi consentimiento…Es mera nostalgia, es un hecho que no puedo volver por donde vine ni quiero hacerlo. Mi hogar ahora es un lugar con miles de invitados cada día, un mar de extraños que irónicamente te hacen sentir más “en casa” que nunca cuando te admiran en el escenario y te regalan un aplauso acompañado de una sonrisa o alguna que otra mirada de asombro. Mi familia ahora son mis amigos, esos singulares personajes que comparten su vida conmigo en este manto de luces que se mueve a un ritmo hipnotizante.